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"Los Fabelman" de Steven Spielberg: magia cinematográfica destilada
Con una recaudación mundial de más de diez mil millones de dólares, 22 nominaciones a los Oscar y clásicos absolutos como Tiburón, Parque Jurásico, Salvar al soldado Ryan o E.T. en su filmografía, no es nada presuntuoso calificar a Steven Spielberg como posiblemente el mejor director de la historia del cine. Ahora se estrena The Fabelmans, su última y probablemente más personal película, que aborda de forma semiautobiográfica la infancia de Spielberg -aunque con otro nombre en la película-, así como la relación con su familia y recorre los inicios de su carrera.
Tras su primera visita al cine en 1952, el joven Sam Fableman (Gabriel LaBelle) queda inmediatamente fascinado por las imágenes en movimiento. Después de ver cómo un tren choca contra un coche y descarrila, no puede evitar desear tener él mismo una maqueta de tren en la siguiente oportunidad y dejar que -filmado con la cámara doméstica de su padre- se estrelle contra sus coches de juguete y ver sus imágenes una y otra vez. En consecuencia, los siguientes años de su infancia también se parecen a esto, en los que aprovecha cualquier oportunidad -a menudo con la ayuda de sus hermanas- para recrear cualquier escenario imaginable que fascine a los niños y plasmarlo en una película. Con los años, estos proyectos cinematográficos se hacen cada vez más grandes, y las películas caseras se convierten rápidamente en impresionantes pequeños largometrajes con rudimentarios efectos especiales y docenas de personajes.
Pero como forma parte de toda infancia y, por tanto, también de toda película sobre la mayoría de edad, Sam también tiene que enfrentarse a diversos problemas por el camino. Además de los problemas habituales de la adolescencia, como el acoso escolar, destaca la complicada relación de Sam con su familia y su herencia judía. Sus padres (Michelle Williams y Paul Dano) siempre le apoyan en su pasión, ya sea mediante elogios y ánimos, ayuda en el rodaje o apoyo económico mediante la compra de material, pero la relación entre ambos se deteriora cada vez más con el paso de los años. En consecuencia, la relación de Sam con ambos se resiente, pero especialmente con su madre, con la que entra en conflicto en repetidas ocasiones. A ello contribuye el hecho de que tiene que enfrentarse una y otra vez a la hostilidad antisemita y, en consecuencia, intenta en algunos momentos distanciarse de esta parte de su vida y, por tanto, también de sus padres, que tratan con orgullo y públicamente sus orígenes.
El retrato que hace Spielberg de su infancia y especialmente de sus padres es siempre muy fascinante. Donde uno podría suponer rápidamente una trama muy nostálgicamente transfigurada y tópica sobre un pequeño cineasta soñador que alcanza las estrellas, Los Fabelman ofrece a menudo más bien lo contrario. Aunque la película tiene un tono fundamentalmente positivo y, por supuesto, hasta cierto punto nostálgicos flashbacks de su infancia, Spielberg se muestra siempre muy crítico y duro consigo mismo y con sus padres. El impacto que años de conflicto y el eventual divorcio de sus padres tuvieron en él y en su personalidad se hace muy evidente una y otra vez. Al mismo tiempo, la ira a veces injusta de Sam hacia su madre por el fracaso del matrimonio también está en el centro de atención, pero en ningún momento la película intenta pasar por alto o incluso justificar esto.
El papel de Sam está magníficamente interpretado por el joven Gabriell LaBelle, que hace un trabajo fantástico, al igual que todos los niños actores de la película. Michelle Williams y Paul Dano también brillan en los papeles de los padres de Sam, que consiguen dar vida a estos dos personajes tan especiales de una manera incomparable, por lo que Williams también fue nominada con razón al Oscar a la mejor actriz protagonista . Aunque ambos personajes están anclados en arquetipos claros (el padre de Sam como un ingeniero bastante racional y pragmático y su madre como una artista soñadora y algo excéntrica) y podrían haber caído rápidamente en el cliché, estas interpretaciones consiguen darles a ambos una autenticidad y una cercanía que es cualquier cosa menos evidente para los padres en las películas de madurez.
"Las películas son sueños que nunca se olvidan", le dice la madre de Sam justo antes de su primera visita al cine. Y en efecto, Los Fabelman le recuerdan, en caso de que lo hubiera olvidado, lo mágicas que pueden llegar a ser las películas. Ya sea por el amor y el trabajo que Sam pone en sus películas, o por la fantástica narración de la que hace gala The Fabelmans.